No importa que anochezca cada vez
más temprano. Tampoco importa que haya llegado el frío invernal. Ni siquiera
importa que hoy sea lunes. No importa sencillamente porque tenemos a mano el
antídoto para sanar la rutina, para parar el frenético ritmo automatizado que
llevamos programado, semana tras semana.
En busca de la felicidad, muchos
filósofos y pensadores han tratado de definirla. Infinitos estudios han
demostrado que la felicidad no es el resultado de una fórmula extensa, sino que
radica, fundamentalmente, en nuestra actitud y predisposición. Y es que ya lo
dijo, tiempo atrás, Aristóteles: la felicidad depende de nosotros mismos.
Nosotros somos un conjunto de
muchos seres, variados y diferentes. Por
eso, el camino hacia la felicidad es, también, múltiple. Pero con bases comunes:
el encontrar algo que nos haga sentir
que la fuerza aumenta en nosotros, algo
que nos haga sentir más vitales, algo que nos ayude a superar todo lo que, por diversas
razones, nos oprime. Cuando encontramos ese algo,
es cuando somos felices, según Nietzsche.
Este algo pueden ser pequeños placeres y/o espontáneas decisiones. Como detener el reloj de las obligaciones, de los compromisos y de las responsabilidades para deleitarse con un bombardeos sensorial, un show musical, sonoro y visual, acompañado de un capricho gustativo.
Este algo pueden ser pequeños placeres y/o espontáneas decisiones. Como detener el reloj de las obligaciones, de los compromisos y de las responsabilidades para deleitarse con un bombardeos sensorial, un show musical, sonoro y visual, acompañado de un capricho gustativo.
No desaprovechemos la oportunidad
de ser felices. La sala Condado nos ofrece cachitos de felicidad envueltos en
espectáculos. Todos los lunes y miércoles, cuando parece que todo pasa y nada
es distinto, en Condado encontramos un remedio casero para la monotonía.
Si estás deprimido, estás
viviendo en el pasado.
Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro.
Si estás
en paz, estás viviendo en el presente.
Lao Tzu