domingo, 13 de noviembre de 2016

La mar de feliz

No importa que anochezca cada vez más temprano. Tampoco importa que haya llegado el frío invernal. Ni siquiera importa que hoy sea lunes. No importa sencillamente porque tenemos a mano el antídoto para sanar la rutina, para parar el frenético ritmo automatizado que llevamos programado, semana tras semana.

En busca de la felicidad, muchos filósofos y pensadores han tratado de definirla. Infinitos estudios han demostrado que la felicidad no es el resultado de una fórmula extensa, sino que radica, fundamentalmente, en nuestra actitud y predisposición. Y es que ya lo dijo, tiempo atrás, Aristóteles: la felicidad depende de nosotros mismos.

Nosotros somos un conjunto de muchos seres, variados y diferentes. Por eso, el camino hacia la felicidad es, también, múltiple. Pero con bases comunes: el encontrar algo que nos haga sentir que la fuerza aumenta en nosotros, algo que nos haga sentir más vitales, algo que nos ayude a superar todo lo que, por diversas razones, nos oprime. Cuando encontramos ese algo, es cuando somos felices, según Nietzsche.

Este algo pueden ser pequeños placeres y/o espontáneas decisiones. Como detener el reloj de las obligaciones, de los compromisos y de las responsabilidades para deleitarse con un bombardeos sensorial, un show musical, sonoro y visual, acompañado de un capricho gustativo.

No desaprovechemos la oportunidad de ser felices. La sala Condado nos ofrece cachitos de felicidad envueltos en espectáculos. Todos los lunes y miércoles, cuando parece que todo pasa y nada es distinto, en Condado encontramos un remedio casero para la monotonía.

Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. 
Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. 
Si estás en paz, estás viviendo en el presente.
Lao Tzu

¡Vive el presente, está en tus manos!


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